El imperio de la guerra permanente

Estados Unidos y la mundialización liberal

Los dirigentes y los medios de comunicación estadounidenses reconocen en el destino de su país la obra de Dios, porque no sólo Dios vela por América sino que también la inviste con una misión histórica civilizadora. He aquí una constante de la historia de Estados Unidos y, con el convencimiento de tan alta tarea, este país ‘no ha dejado de emprender guerras justas’.
Cuando lanzaron la bomba atómica contra Hiroshima, el presidente Harry Truman declaró: “Tenemos la bomba atómica y la usamos; continuaremos empleándola hasta la completa destrucción de las fuerzas japonesas. Es una pesada responsabilidad que debemos soportar pero, gracias a Dios, nos incumbe a nosotros y no a nuestros enemigos. Roguemos para el Él nos ayude a utilizarla según sus deseos y objetivos”.
Ahora bien, con esta tradición como fondo ¿qué es lo propio de l administración republicana actual?. El trauma causado por los atentados del 11 de setiembre permitió a ls neoconservadores del entorno de George W. Bush desafiar a la comunidad internacional.
La nueva derecha declaró a sus Estados Unidos “demasiado grandes para no hacer lo que hay que hacer”, y listos para “actuar solos si no hay opción”:
Los autores de “El imperio de la guerra permanente” advierten que quienes trabajen por la paz y por mitigar la inmensa injusticia del orden neoliberal deberán –una y otra vez- emprender la lucha contra la arrogancia belicista de Estados Unidos. (Capital Intelectual)
Prólogo de Noam Chomsky
“Queremos , claro, reducir el nivel del terror y no aumentarlo. Existe una manera fácil de hacerlo: dejar de contribui con él. Automáticamente esto reduciría el nivel del flagelo”.
“Tendríamos que repensar el tipo de políticas que implementamos”.
ATTAC
Es un movimiento internacional por le control democrático de os mercados. Este libro ha sido elaborado en el seno del grupo de trabajo que reúne a miembros del Consejo de Administración y del Consejo Científico de ATTAC, bajo la dirección de Gérard Duménil y Bernard Cassen.