La gente se detiene a ver
televisores en los escaparates
a comprar golosinas
o a matar el tiempo
mientras los oradores
desde el monumento a la libertad
se esfuerzan en explicar
los problemas nacionales.
Después la gente va a sus casas
a comer y a comentar
lo que se puede hacer
con los problemas nacionales
mientras en las suyas
los oradores se apoltronan
frente a sus televisores
satisfechos de la jornada.