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La luz
Vi el relámpago y el temblor me hizo su presa. Las chispas saltando cargadas de furia me enceguecieron, entonces la nada se conjugó con todo.
El eco de los gritos se hizo lejano. Dolía, dolía mucho, fue como un cuchillo clavándose en lo profundo, los besos de la noche anterior, la caricia suya, Enzo riendo balbuceando papá, el asado del domingo con los viejos, abrazarla sintiendo su vientre latir, el eco desapareciendo dando lugar a risas, transformándose en carcajadas y después en llanto.
Me desprendí del suelo y las preguntas todas en una me invadieron: ¿Cómo?, ¿Por qué?, ¿A dónde ir? Quería quedarme; no podía.
Me atraía y seguía tirado en el suelo. Me vi repetido tantas veces ¿Cuál de todos sería yo?
A un lado la luz, brillante, seduciéndome con su paz. Escuché mi nombre, la luz con más fuerza, otra vez mi nombre, el brillo, esta vez sonó a orden y al otro lado el tirón. Me tiraba, me ahogaba, no podía negarme y de golpe el techo, los cables, la nada.
Estaba tan oscuro que aferrarme a la vida me llevó tres meses y fue un alivio volver a sentir.
Karin Hnatow |
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