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Ausencia visible
Eran tus ojos,
los cómplices;
eran tus manos, tersas,
las que acariciaban mi piel;
eran ls chispas de tus besos
las que encendían la hoguera
templando las madrugadas invernales;
eran tus brazos,
los que abrigaban mi tristeza
y cobijaban mi cuerpo;
era tu ángel,
el que revoloteaba en las noches
cuidando mi sueño;
era tu cuerpo,
el refugio donde hallaba la paz;
era tu ser todo
el que irradiaba la calma y la energía
necesaria para convertir
mi vida en un oasis.
Pero ya no estás,
porque Dios así lo quiso,
y todo aquello quedó en la memoria
de mi corazón,
acostumbrándome a ver tu figura
plasmada en el fruto de nuestro amor.
María Elena Bauducco- |
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