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Paradisíaco
Recopilé el canto de tu vida en el susurro de tu aliento.
Busqué el paradisíaco fuego de tu boca en el estampido del beso,
a lo lejos se desangra este, silencioso, imborrable.
Un instante en una flor se detuvo…
acariciar pausadamente pude,
con el pensamiento tu prohibido fuego.
Desde el mínimo movimiento de tu cuerpo,
viajando por el aturdido remolino de tu carne…
continuando en el desierto tembloroso de tu cintura,
pasando por tu ombligo
y quedarme en el oasis de tu vientre.
Teodoro J. Litviñuk-
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