Poesía Mínima

Wolfram Káiser dice palabra más palabra menos, que más allá de la musicalidad, de la estructura, del ritmo y de un montón de otras características que le son propias al verso, la poesía se da en la relación de los versos entre sí, en las posibilidades que surgen de su encadenamiento, lo cual nos estaría diciendo, en primera instancia, que la poesía debe tener una mínima extensión que posibilite esa relación, esa interacción entre versos que llamamos poesía.
El autor, Armando de Magdalena, explora en este poemario esa posibilidad: la de expresar un sentimiento con la mayor economía posible (dentro de su poética) de palabras... reducir un sentimiento a la mínima expresión posible que logre traducirlo.
Para eso se vale muchas veces de construcciones tradicionales y muy antiguas algunas, como la copla y el jaiku japonés, la tanka (de rígida estructura todas), de rondas y de nanas, de epitafios y proverbios, hasta de unas sevillanas y unas vidalas, “escritas como se cantan” y de una serie de esquemas de mi propia cosecha como los “diccionarios esenciales”, las “cronologías”, los “pronombres sobrantes”, “testamentos”, “leyendas truncas”, “arpegios”, etc., que intercala con algunos poemas breves muy viejos y otros no tan breves pero el cabo hermanados con el tono y la intención de estos otros tan noctámbulos como tiernos que brotaron de la pluma muchas veces con dolor.