Raíces

Sangre de abuelas violadas
a lo mejor, tengo yo,
mi abuelo materno era
mezcla de indio y español.
En Santiago del Estero,
me contaron que nació,
en el pueblo de Loreto,
para mayor precisión.
Cuando oigo una chacarera,
tal vez por esa razón,
es su sangre santiagueña
que alegra mi corazón.
Me lo imagino a mi abuelo,
fiestero y soñador;
bailando y batiendo palmas
al oír la percusión,
del bombo que siempre anima
a todo zapateador,
del violín y la guitarra
gimiendo notas de amor.
Lo imagino guitarreando,
recitador o cantor,
bajo la luz de la luna
cuando se ha dormido el sol.
Con el nombre de su madre
a mi madre bautizó,
y se llamó GENOVEVA
también su nieta mayor.
Su compañera, mi abuela,
en Madariaga nació,
¡era una humilde criollita!
¡pura dulzura y amor!

En el medio de mi infancia
su sonrisa se apagó,
pero siempre su recuerdo
mi camino iluminó.
Mi sangre no es toda criolla,
el ciento por ciento, no;
la otra pareja de abuelos
desde la Francia llegó.
En un barco habrán venido
buscando un suelo mejor,
lo sembraron con siete hijos,
como fruto de su amor…
Esa es mi sangre francesa
que se enciende de emoción
al oír La Marsellesa,
en suave idioma dulzón.
Mis abuelos la cantaron,
y tal vez que un lagrimón
descendió por sus mejillas
cuando aquel barco zarpó.
Caricias de mis abuelos,
a mi infancia le faltó,
porque siendo pequeñita,
el Señor me los llevó.
Pero en mi venas dejaron
sus sueños y su pasión,
sus alegrías, sus penas,
ilusiones y emoción.
Tengo sangre americana
y europea, sí, señor,
el Viejo Mundo y el Nuevo,
fundidos en un crisol

Iris Gladys Blanchard Menéndez-