Crónica Literaria
 
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 Diario Crónica de Comodoro Rivadavia
 

22 de octubre de 2008

Crónicas de campo y pueblo

Luces malas en las noches desiertas, tobianos en las tranqueras, ferrocarriles de trocha angosta, un paisano que se desgració por una china, la cocina de peones, el Grito de Alcorta, galpones de ferrocarril, las sugestivas siestas de verano, cacería de jabalíes entre piquillines, los gastados andenes, el baile en el pueblo, el lenguaje florido de los paisanos, curanderas, pulperías y amaneceres en los tambos, los éxodos, las cosechas prometedoras y las cosechas frustradas, sulkies y chariots, el cacique Pincén, el cacique croata, la fonda de Aramburu, los montes de frutales depredados, la ‘comisería’ del pueblo…y el cine de los domingos forman el colorido conjunto de las narraciones de “Crónicas de campo y pueblo” –de Carmen Verlichak y Oscar Marzol- en escenas que tuvieron lugar en localidades como Iriarte, 30 de Agosto, Uribelarrea y Trenque Lauquen, entre otras.
La obra ha merecido una excelente crítica como la de Clarín, que lo ha calificado como un libro de “exquisitas historias puebleras y del campo argentino”, mientras que Fernando Sánchez Zinny señaló que “Carmen Verlichak y Oscar Marzol atestiguan una pampa que no es hija ni nieta de la de Martín Fierro, sino bisnieta o tataranieta. Hablan de un resabio de la pampa gringa, con sus protagonistas acriollados y con hábitos de trabajo que ennoblecen y dan nuevo sentido a la presencia del hombre en estas tierras. Saga de labradores y de criadores, de puebleros comerciantes, de trabajadores que se acercan a donde sus brazos son necesarios y de médicos rurales.
No es un dato menor el que Verlichak sea croata porque está relacionado a su asombro ante aquello que narra. Suelen ser los extranjeros, o los que así se consideran -este es el caso de Hudson, por ejemplo- los que con más perspicacia descubren y describen las regiones que visitan, justamente por contraponerlas a aquellas de las que provienen y donde se ha originado su modo de ver. Sumamos a esto la prestigiada pluma de Verlichak que ya conocimos en notas y libros anteriores.
Los relatos de Marzol están impregnados de emotivas añoranzas que no inmovilizan sino que estimulan e impulsan, como lo demostró con sus obras. Entre otras el excepcional museo de objetos y testimonios, que hasta contiene un tren con locomotora y estación, y el enorme botánico en medio del campo.
Este libro es, entonces, para Marzol una nueva de sus valiosas iniciativas. Para Verlichak el continuado testimonio de su talento literario y probada sensibilidad.

 

 
 
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