La maleza

Una sombra jadeante
acecha en la guarida.

Devasta los rosales
en quebrados espejos.

El estertor se expande por la tierra.

Pero un ráfaga
enciende el aire del verano
y abre camino
en la maleza.

Rastrea las guirnaldas
de las vides sedientas.
Se embriaga de racimos.

Entonces,
los azahares del último naranjo
estallan confundidos
entre el lodo y la fiebre.

El ciruelo se atreve
y excede entre la nada
su ofrenda de hojas verdes.

En el haz vertical de los recuerdos
veo clarear la espesura de mi invierno.

Teresa Palazzo Conti-