La esperanza de un poeta

El viento sube a mi piel
como un verde mamboretá
y me roza con abrazos
de ausencia.
Entonces asimilo pájaros
y sólo respiro oxígeno
prestado de pobres inocentes.
Abro los siete aljibes
de la luna, y bebo
el último sorbo de esperanza
que nos queda.
Con hilo de voz imaginada
remiendo una canción de cuna.
Le pego un sopapo a la derrota
y lucho por las tardes con tábanos
verdosos plagados de injusticias.
Aunque me dividan en dos
siempre habrá una parte
que atraviese mi planicie.
Un reposo de amor en la intemperie
un jirón de mansedumbre entre la ira
un talismán en vigilia del crepúsculo.
Las cuencas de mis ojos
absorben aguaceros
inundan mis retinas.
Y es cuando todos los soles
asoman a mi sombra
y un niño me pregunta…
si sé jugar a la rayuela.

Lilian París de Marquina-