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No me olvides
En una inexplicable noche de tormenta, llegaste
hasta el umbral de mi cabaña.
Envuelta en espuma de neblina y llovizna.
Temerosa, temblando de frío, dando suaves golpes
en el cristal de la ventana, hiciste que notara tu
presencia.
Al abrir la puerta, traspasaste la misma siendo toda
vos una enorme gota de agua, empapada del cabello
hasta los pies.
Sin emitir palabra, sólo atinaste a colocarte junto al
fuego, buscando abrigo y calor para tu cuerpo.
Sin preguntar, sólo te observaba, preparé una humeante
taza de café y te la ofrecí.
Por primera vez, tus bellísimos ojos negros se fijaron
en mí, tu temblor se fue calmando, tus cabellos enrulados caían
sobre tu espalda en cascada hasta la cintura.
Tu pecho latía todavía agitado,
tenías miedo,
desconfianza, ¿de qué?, me pregunté.
Seguías allí al lado del hogar, donde los leños ardían a
su antojo y las chispas danzaban libremente.
Eras hermosa, muy frágil, de suaves rasgos.
¿Cómo llegaste?, quería saber, pero no emitías palabra
en ese momento extendí la mano para tocarte, hacerte
entender que todo estaba bien.
Pero mi sorpresa fue inimaginable, sólo al lado del fogón
Había una gran mancha de agua, un vacía taza
De café y un delicado aroma a nomeolvides…
María Elena Herold-
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